miércoles, 30 de septiembre de 2009

A Valen, a Emi, a Marti, a Lari, a Lu y a Thiago



...


Le informaré a este niño, cuando pueda entenderme:


que es realmente cortita la vida
para los que no notamos de qué se trata;


que no importa cuán caro puede ser conseguir un momento de risas
y que en esos casos bien puede endeudarse uno a su gusto
y pagar cuando ya no sea importante deber;


que una muchacha es siempre un motivo digno para lloriquear;


que sus hermanos serán sus mejores amigos
y que sus mejores amigos serán sus hermanos;


que tirarse al piso a pensar no es no hacer nada;


que abrazar equivale a un poema;


que leer libros no lo va a hacer más inteligente sino más lector;


que entre hacer un gol y terminar la escuela no hay mucha diferencia,
pero deben hacerse ambas cosas;


que siempre será más listo que unos y menos que otros,
pero jamás sabrá con certeza quiénes son unos y otros;


que el talento no existe si no tiene pasión;


que la pasión por algo lo hará feliz
y que la felicidad lo hará dejar de prestar atención
y no notará lo cortita que es la vida,
y que así debe ser...






Juan Ignacio Ojeda

AUTORES DE MI BIBLIOTECA EN EL 2006



Adela Basch
Adolfo Bioy Casares
Albert Camus
Aldous Huxley
Alejandro Casona
Alejandro Dolina
Almafuerte
Ambrose Bierce
Ana María Matute
Ana María Shua
Anderson Imbert
Antonio Di Benedetto
Antonio Machado
Benito Pérez Galdós
Calderón de la Barca
Carlos Fuentes
Carlos Joaquín Durán
Charles Bukowsky
Daniel Veronese
Dante Aleghieri
Dashiell Hammett
Domingo Faustino Sarmiento
Ecke Wolfgang
Edgar Allan Poe
Eduardo Galeano
Eduardo Mallea
El Infante Don Juan Manuel
Elsa Bornemann
Emily Bronte
Enrique Barrios
Enrique Buttaro
Ernest Hemingway
Ernesto Sábato
Esquilo
Estanislao del Campo
Esteban Echeverría
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Federico Andahazi
Federico García Lorca
Fedor Dostoiewski
Fernando de Rojas
Francisco Luis Bernárdez
Franz Kafka
Friedrich Nietzche
G. K. Chesterton
Gabriel García Márquez
Geoffrey Chaucer
George Loring Frost
George Orwell
Giovanni Boccaccio
Gregorio de Laferrere
Guillermo Martínez
Gustave Flaubert
Gustavo Adolfo Bécquer
Guy de Mupassant
Guy Des Cars
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Homero
Honorato de Balzac
Horacio Quiroga
Hugo Wast
I. A. Ireland
Isaac Aizemberg
Isaac Asimov
Isabel Allende
Ítalo Calvino
J. D. Salinger
Jacques Prévert
James Joyce
Javier Marías
Johann Wolfgang von Gohete
Jorge Accame
Jorge Isaacss
Jorge Luis Borges
José Mármol
José Martí
José Pedroni
José Saramago
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Juan Rulfo
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Julio Verne
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Leopoldo Lugones
Leopoldo Marechal
Lewis Carroll
Luigi Pirandello
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M. R. James
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Marco Denevi
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Mauro Vasconcelos
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Miguel ángel Palermo
Miguel de Cervantes Saavedra
Miguel de Unamuno
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Octavio Paz
Oesterheld
Oliverio Girondo
Oscar Wilde
Pablo Antonio Cuadra
Pablo Neruda
Pierre Corneille
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Próspero Merimee
Raul González Tuñón
Ray Bradbury
Richard Bach
Roberto Arlt
Roberto Cossa
Roberto Fontanarrosa
Roberto J. Payró
Rosa Cerna Guardia
Rubén Darío
Saky
San Francisco de Asís
San Juan de la Cruz
Sandra Cisneros
Silvina Ocampo
Simenon Maigret
Sir Arthur Conan Doyle
Sófocles
Sor Juana Inés de la Curz
Soren Kierkegaard
Syria Poletti
Thomas Bailey Aldrich
Virgilio
Willam Faulkner
Willam Shakespeare













HABER LEÍDO NO TE HACE MÁS INTELIGENTE


SINO MÁS LECTOR.



Juan Griss

domingo, 13 de septiembre de 2009

Sólo solo


Inclinada ella aún sobre sus rodillas, escondía el llanto sordo que yo apenas descubría por algún que otro moqueo. Mi mano se apoyaba en su hombro y cada tanto daba un suave apretoncito seguido de una sobada… Entendía que ella estaba ida y yo ausente; podría decirse entonces que nadie había allí. Sin embargo, el aire del cuarto era espeso de calores, de bramidos, de resoplidos y gemidos… Alguien había estado allí momentos antes, alguien había querido y otro había sido querido, alguien había sido deseado, alguien había sido amado y otro se había dejado amar… Y recordé que momentos antes, uno era yo; solo que no recordé cuál… Supongo que mi amnesia temporal se debe a esta maldita ataraxia, a mi llanto viejo… La piel, mi piel, enmudece y vaporiza aires grises anónimos. De chico solía intentar atraparlos con pañuelos, como si cazara mariposas… Ahora, un tanto más grande, resignado y falto de espíritu lúdico, solo los contemplo alejándose de mí. ¿Qué será de mi piel cuando deje de fabricarlos? Levantó su mirada y la dirigió hacia la pared. Dudo que recordara mi presencia… Ya de pie, lentamente caminó desnuda hasta la silla donde estaba su saco. Se lo puso y, sin cerrarlo, giró en torno a mí. Como si yo no existiera, tomó la ropa que estaba a mis pies y comenzó a estirarla con las manos tratando de quitarle las arrugas. Volvió a quedar desnuda, ahora frente a mí. No pude evitar acariciarle el vientre y noté cierta contracción, por unos segundos. Tomó la ropa que había dejado sobre la cama y se vistió. Nuevamente quedó frente a mí, intentando peinarse con las manos. Me abalancé sobre ella y la abracé, pero no interrumpió su quehacer… Abrió la puerta y salió.

Juan Griss

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Comentarios al margen

Yeni- Mamá, mamá ¿que comemos?
mamá- Lo mismo que ayer.
Yeni- ¿Lo mismo que ayer? Ufa como me gustari ser una chica con mucha plata.
mamá- Yeni! La plata no interesa estamos todos juntos Papá, yo y vos.
mamá- Pronto va a llegr el día del niño.
viene el Papá- Si y viene aorrando plata durante el año para el día del niño
Yeni- Papá gracias, me portaré muy bién.
Pero al día siguiente El padre fue a travar y cuando volvia algo tragico susdió a padre.
satanas- Dame toda la plata.
-¿que?
-si que medes el dinero
-Pero.......
-No hables.
Y cuando volvió
-querida pasó algo terrible/ylo contó
Papá entonces no hay regalo.
-Lo ciento Yeni pero voy hacer todo lo posible
-Gracias papi
El padre no pudo hacer mucho para conceguir un regalo porque en 1 día no pudo ruunir plata pero yeni entendió y fue a re cuperar el dinero que le robaron al padre.
Yeni fue al castillo y ...
-Malvada reina devuelve el dinero
-Claro que no yo lo rove con mis propias manos
-si lo aras
-no no lo aré
y comenzaron a luchar.
Yeni reconocio el esfuerso de su padre y no se dio porvencida y vencio
-Papá, mamá recupere el dinero.
Papá- te felicito aunque no deverias aver hido sola.
Juan- Yeni recibió el regalo y todos fueron muy felices y esta historia nos deja una mensaje
El esfuerso por algo Bueno tiene premio.




1990
Juan Griss

Poema mil


Desesperadas y ajustadas palabras
de las últimas horas de la noche
te encontraron tan sorprendida
como a mí.
Pero no callaba;
soltaba, perdía, una y otra vez,
las confusas explicaciones
de la muerte del sentimiento…
ese que sostenía columnas,
rutinas, amigos, desesperanzas…
ese que ahora ni a mí ni a ti sostiene.
¿Cómo entender entonces
que el tiempo se detuvo hace tanto tiempo,
que los espejos solo dan una imagen:
la mía
o
la tuya.




Juan Griss

Ja (quién sabe cuándo fue escrito esto!)

Sí, nuevamente estoy frente al teclado
tratando...
tratando de buscar con qué llenar
esta enorme enorme
pantalla.
Imagino
(trato)
luces como si fueran ideas
y al instante
...
se apagan.
Es verdad, pienso
qué falto estoy de
palabras;
qué fácil me resulta cambiar de ren-
glón para que esto me parezca
mááss laarrgooo...
No sé si ya tengo algo que decir
o
solo quiero ver que en la
parte de
abajo
del monitor dice ½.
Recuerdo que a veces
recuerdo que debo entrenar mis dedos,
pero ese no es el problema:
definitivamente no me
importa escribir lento. Sinceramente, me molesta mucho no tener sobre qué escribir.




Juan Griss

lunes, 7 de septiembre de 2009

...

Mi amor,
alegoría de las causas bellas…
ironía del “Hasta nunca”…
aliteración que sacude mis oídos…
epanadiplosis del sexo…
anáfora por las mañanas…
paradoja de mi efímera felicidad eterna…
apóstrofe a tus manos…
metáfora de la luz…
asíndeton de las ganas de irme…
retruécano de nuestros gritos amables…
conversión de mi sueño…
anadiplosis entre mis noches y mis despertares…
elipse de los “Me hacés bien”…
similicadencia de los orgasmos...
encabalgamiento de madrugada…
hipérbaton de los almuerzos…
prosopopeya de las conversaciones con la almohada…
antítesis de mis soledades…
símbolo de mí…
interrogación retórica sobre la felicidad…
metonimia de las piernas…
paralelismo de mis noches…
hipérbole de la belleza superlativa…
paranomasia de mis palabras vulgares…
reduplicación del amor vespertino…
símil triunfante…

¿Qué?

Pleonasmo de todo esto… Perífrasis… Nada… Que te quiero!!!








Juan Griss

Mientras


Amanecí pensando en la inmortalidad de las almas de las figuras en el techo de madera. Luego pensé en vos y en cuánto faltaba para las seis de la tarde. Decidí dormir un rato más, creo; no sé si lo decidí, pero sí dormí un rato más. Mezcla de sonambulismo y martirización, miré mi terrible cara en el espejo, sonreí y vi cómo el chorro de agua inundaba mis manos superpuestas. Las enormes gotas peleaban por caer de las pestañas. Cierta vez, creo, no pensé en vos.

Te sentaste en la cama y oliste café, te despeinaste, más, te apoyaste en tus rodillas y te impulsaste con desgano. Volviste a sentarte, y luego a recostarte. Pensaste nuevamente en ese aroma a café. Tu boca se llenó de espuma. Miraste tu terrible cara e, increíblemente, te despeinaste más. Creo que sonreíste mientras oprimías circularmente tus lagrimales. Cierta vez, creo, no pensaste en mí.

Aburrida y lenta y típica, transcurría aquella mañana: el ascensor no funcionaba; la escalera era eterna; la portera había tenido otro mal día; el dueño del kiosco había olvidado encargar cigarrillos; y la Plaza San Martín esquivaba los diagonales. Ella caminaba bajo una llovizna que no mojaba, humedecía el rostro. Él temía no haber despertado aún y agregó otra cucharada de café.
El mediodía no prometía luchar contra la inercia del tiempo: el vaivén del ascensor intimidaba a los pasajeros más que los infinitos escalones; la portera, ahora, lloraba a escondidas deambulando entre el sexto y noveno piso; el dueño del kiosco ya había perdido cuatro grandes clientes regulares y once ocasionales; y la Plaza San Martín seguía escabulléndose (para las doce y media estaba en ciento cuarenta y nueve y sesenta y seis). Ella comió apresurada, el severo y honesto reloj la acosaba. Él miró su almuerzo durante cuatro minutos y se lo obsequió a una pareja de palomas.
La tarde sí prometía enormes sucesos: el ascensor ya había recibido al enfermero; las escaleras mutaron en un tobogán acaracolado; la portera regresó a su casa y encontró un dibujo con su nombre y un enorme corazón en la puerta de la heladera; el dueño del kiosco recibió la visita de un quinto grado completo de excursión; y los diagonales setenta y nueve y ochenta encontraron su intersección en el jinete. Ella, creo, reconoció el agua cayendo semifusamente sobre su nariz. Él, creo, intentó sincronizar los pasos con los latidos, pero desistió a causa de la agitación.

Compartimos la mesa, y la cerveza, y algunos cigarrillos. Entregamos las manos a las caricias, y regalamos besos a la espera de una retribución igualmente cálida. Y nos miramos, y nos vimos.

Pueden, creo, pensar en mil y dos noches iguales y siempre distintas, cada vez más parecidas y, sin embargo, cada vez más diferentes.

Despertaron, creo, oliendo café y preguntándose cada uno para sí cuánto faltaría para las seis de la mañana.


Juan Griss

martes, 1 de septiembre de 2009

Picazón

Suele ocurrirme que en ocasiones me pica alguna zona del cuerpo y a pesar de rascarme la sensación de picazón no se va, e incluso aumenta cuando dejo de rascar creyendo satisfecha la necesidad de aplicar las uñas. Incluso llego a sangrar en algunas ocasiones. Pero lo verdaderamente extraordinario sucede cuando utilizo alguna herramienta para llegar a lugares inaccesibles para mis manos, como puede ser el centro de la espalda. Termino lastimándome con una rama, por ejemplo. Cuando no encuentro instrumentos para ayudarme a llegar a esos lugares, elijo una pared y me estampo contra ella a fin de matar los nervios sensitivos de la zona o al menos distraer al sistema nervioso haciéndolo atender prioritariamente una molestia más grave.
Una vez me ocurrió uno de estos ataques de picazón en plena calle céntrica en hora pico, y al no encontrar paredes entre tantas vidrieras, opté por estamparme contra un hombre. Lo tumbé al pobre desprevenido transeúnte, pero la picazón no disminuyó porque no me resultó lo suficientemente sólido. Así, comencé a colisionar contra todos los que estaban a mi alcance, dejándolos desparramados en la vereda. El caso es que, de la nada, apareció un grupo de adolescentes que creyó verme intentado animar un pogo y comenzó a imitarme. Sin darnos cuenta, la situación se volvió casi bélica. Para animarnos, entonábamos canciones de cancha o rockanroles. Pero debido a que mi motivación era distinta a la de aquel grupo, no tardé en dejarlos, uno por uno, desmayados por un topetazo. La calle parecía un campo de batalla, con seres que luchaban por incorporarse y huir. Así, finalmente me vi solo, de pie, sin nadie más a quien recurrir para alivianar mi molestia, por lo que me tiré al piso y comencé a realizar movimientos semejantes a convulsiones como si fuera un pez fuera del agua.

17 de mayo
Sillón del living de su casa.